miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL MIEDO


  Siento miedo y agradezco ésta emoción. Me ofrece señales que me son muy  útiles,
para tomar consciencia de un peligro. Con éste aviso, decido permanecer pasivo, o bien
actuar, en forma de lucha ó huida,  para alejarme de la situación de riesgo. 
  Gracias al miedo he vivido hasta ahora, sobrepasando los males que aparecieron en
mi camino.
  Ahora bien, hay momentos en que mi mente forja pensamientos de eventos futuros,
cuyas consecuencias las imagino calamitosas. En esos instantes siento miedo.
  Como el hecho está en la esfera mental, no puedo darle una respuesta adecuada.
  La energía creada por éste miedo, no puedo encauzarla dándole una expresión para
liberarla. La consecuencia es, la somatización  en forma de síntomas claros y evidentes.
  Podré sentirme cansado, malhumorado, inquieto. Esto me lleva a sentirme con baja
autoestima, aumentando la dependencia de las personas con las que comparto la vida.
  De modo que, elijo una estrategia ante ésta situación. Me sitúo como un observador
de mí mismo.
  Al prestar atención a mi cuerpo, compruebo el nivel de serenidad o de intranquilidad
que estoy experimentando. Me sirve de testigo fiable y certero de mis pensamientos. Mi 
cuerpo dice la verdad, no puede engañarme.
  Yo,  a través de pensamientos justificadores, puedo autoengañarme  al no reconocer
la unión directa  mente-cuerpo.
  Cada día, decido estar vigilante de los pensamientos que se forman en mi mente.
alimento aquellos que son útiles en mis proyectos de vida y rechazo los que supongan
restarme serenidad y gozo.
  Así, mirando mi interior y adoptando una actitud de responsabilidad con respecto a lo
que pienso, siento y hago, puedo cambiar el rumbo de mi vida.
 
    Con respeto y calor humano. Un abrazo.

                                                                                                      Miguel Castillo Marfil

Revista Infolupus Febrero 2013 

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