domingo, 24 de noviembre de 2013

EL REGALO INESPERADO

Había una vez una familia de duendes, papá duende que se llamaba Narfe, mamá
duende que se llamaba Gusna, el hijo mayor llamado Narfito y el hijo menor llamado
Nito. Vivían  en una casa muy bonita, estaban en lo más profundo del bosque, en el
tronco de un árbol muy muy grande, tenían una casa calentita en invierno y fresquita en
verano, esa casa estaba  bien , solo les faltaba una cosa, no tenían alegría, estaban
tristes, no tenían  grandes problemas, pero les faltaba la alegría. Un día de primavera
cuando empieza a salir las flores  de forma inesperada les llego una gran y maravillosa
noticia.
Llamaron a la puerta, mamá duende, o sea Gusna, abrió la puerta y se encontró con el
señor castor. El señor castor venía un poco mojado, sabéis que los castores viven en el
agua haciendo grandes presas, por eso el señor castor venia, más que mojado,
goteando agua. Gusna le dijo que pasara dentro de la casa, el no quiso, le dijo que se la
iba a poner chorreando, que ella la tenía muy limpita y se quedo en la puerta, además
tenía prisa, sabéis que los castores siempre están corriendo, siempre con prisa, Gusna
insistió pero el señor castor no quiso pasar. Le dijo que le   traía una gran noticia, pero
que una gran, gran noticia, esa gran noticia era que a su familia le iba a llegar un nuevo
miembro, Gusna se quedo sorprendida y le pregunto, ¿pero eso que es?, el señor
castor le respondió que iban a tener una nueva duendecita, que iban a ser papás otra
vez. Gusna se puso tan contenta que se puso a saltar, porque el señor castor le dijo que
esa nueva duendecita le iba a traer la alegría que les faltaba.
Cuando nació Ari que así se llamaba la pequeña duendecita la casa se lleno de alegría y
de luz y se veía brillar desde cualquier parte del bosque.
Ari lleno de felicidad a todos los miembros de la casa y era amiga de todos los
animalitos del bosque, las ardillas les llevaban nueces, las hormigas hojas secas de los
árboles para el fuego de la chimenea, los ratoncitos les llevaban muchas muchas moras
y así siempre tenían la despensa llena.
Un día Gusna los invito a todos a comer y al señor castor que les llevaba troncos para la
chimenea lo puso al principio de la gran mesa que tuvieron que poner para que todos
cupieran, y a todos les dijo que gracias al señor castor su casa se había llenado de
alegría y que como todos los papás del mundo querían muchos a sus hijos y estaban
muy muy felices y colorin colorado este cuento se ha acabado.


Cuento El regalo inesperado duendes

 Ana Díaz Heredia

Revista Infolupus Enero 2013


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